viernes, 25 de diciembre de 2015

Capítulo 17: Días perdidos

  Anna y Kristoff charlaban en los aposentos de la princesa. Desde que la joven infanta se enteró de que su hermana había desaparecido tras atacar a los guardias que enviaron en su busca, y matar a dos de ellos, la princesa necesitaba compañía y atención casi constante, pues de lo contrario su cabeza comenzaba a llenarse de malos pensamientos y recuerdos que la hacían entristecer profundamente. Kristoff no parecía tener ningún problema en cubrir las necesidades sociales de la princesa, es más, disfrutaba de su compañía, cosa difícil de creer tras su primer encuentro y expedición, pero Kristoff creyó encontrar en la princesa una persona amable y pura diferente a las demás con las que se había topado: Una persona digna de confianza.
- ¿Y tú qué opinas?
No hubo respuesta a la pregunta de la princesa.
- ¿Kristoff?
- ¡Eh? Oh, lo siento - se disculpó el joven fornido mientras se frotaba los ojos -. No sé dónde tengo la cabeza ¿Qué decías?
- Que si debería poner la habitación del niño en la última planta.
- Eh... no lo sé. ¿No sería mejor que el niño estuviera con sus padres hasta qué...? Bueno... hasta que no llore.
   La princesa se llevó las rodillas al pecho y las rodeó con los brazos, quedando totalmente encogida en el lateral del sillón. Las llamas de la chimenea danzaban cerca de ella fundiendo su cuerpo en un juego de luces y sobras y acentuando la expresión sombría que había adoptado su rostro.
- Ojalá mi madre estuviera aquí... Ojalá estuvieran todos.
- Lo siento. Me temo que no soy de mucha ayuda para estos temas: soy huérfano.
- Lo siento. No lo sabía.
- No llevó un cartel - trató de bromear el joven sin resultado -. No conocí a mis padres así que está bien, no los echo de menos - miró a la princesa, pero esta no apartaba su mirada apática de las llamas -. Vas a ser una madre maravillosa Anna.
La joven pareció dignarse a verlo tras ese comentario.
- ¿Cómo estás tan seguro?
- ¿Bromeas? He visto lo que eres capaz de hacer por tu hermana, no puedo imaginar lo que harías por un hijo.
   La princesa esbozó una media sonrisa, cálida como el fuego que calentaba la alcoba. Bajó los pies al suelo, se inclinó ligeramente y tomó las manos de Kristoff, grandes y ásperas, pero increíblemente confortables al tacto.
- Gracias Kristoff. Gracias por todo. Si no fuera por ti en estos momentos creo que ya me había vuelto loca.
   El joven guardó silencio mientras sentía las delicadas manos de la princesa entre las suyas y la miraba a los ojos. Tragó saliva y pensó sus palabras.
- Es mi deber como ciudadano del reino cuidar de la princesa.
- Creí que no eras de ningún sitio en particular.
- Ya... bueno... - Anna soltó una carcajada mientras Kristoff se frotaba la nuca nervioso.
   Era innegable que los días al lado de la princesa despertaron sentimientos en Kristoff que nunca antes había experimentado. No solo porque le agradaba su compañía, si no porque a veces llegaba a sentir que la necesitaba y, cuando la tenía cerca, la quería más cerca todavía. A veces incluso se sorprendía a si mismo fantaseando con ella: Los dos abrazados junto al suave y cálido regazo de Sven con una hoguera frente a ellos, como ya había ocurrido antes (aunque sin hoguera).
   Kristoff no pudo evitar desviar su vista de los ojos de Anna. El camisón le sentaba un poco grande y parte del hombro izquierdo de la joven quedó al descubierto. Se sorprendió levemente al observar las pecas que en él había, y por un momento el pensamiento y la imaginación le jugaron una mala pasada, sorprendiéndose a si mismo imaginando el cuerpo pecoso de Anna bajo los ropajes. Su rostro comenzó a enrojecer y su temperatura a elevarse.
- ¿Kristoff, estás bien?
   No halló respuesta. Anna puso una de sus manos en la frente del chico.
- ¡Estas ardiendo! Puede que tengas fiebre.
   De repente Kristoff alzó la vista y clavó sus ojos en los de Anna, de una forma violenta e intimidante que provocó un ligero escalofrío en la princesa. Se inclinó hacia ella y la puerta de la alcoba de abrió de golpe. Sin tan siquiera girarse para ver de quien se trataba, Kristoff llevó una de sus manos al hombro de la chica y acomodó la prenda sobre la piel de la joven.
- Deberías ponerte una capa o algo. Te va a coger el frio.
   Kristoff volvió su vista hacia la puerta. Hans estaba ahí, de pie, todavía con la mano en el picaporte.
- Me gustaría hablar con mi prometida.
- Sí, claro.
   El joven rubio se levantó y antes de salir por la puerta dedicó una leve reverencia al príncipe Hans, el cual no tardó el cerrar las puertas una vez Kristoff abandonó la estancia.

- Anna, querida ¿Cómo te encuentras?
- Estoy mejor, gracias - hizo una breve pausa y se fretó las manos nerviosa -. ¿Se sabe algo de Elsa?
   Hans no respondió hasta que se sentó al lado de su prometida y la tomó de las manos.
- No hay rastro de ella. Yo mismo fui al castillo. Lo único que encontramos fue su ropa y... esto - el príncipe llevó una de sus manos al bolsillo interior de su chaqueta. De él sacó la corona de Elsa y se la dio a la princesa -. Creí que te gustaría tenerla.
   Anna asintió con la cabeza mientras se le humedecían los ojos y alzaba su vista tratando de evitar que se le escaparan las lágrimas.
- La he perdido - dijo sin poder controlar el llanto -. La he pedido Hans, era la única familia que me quedaba.
Hans abrazó a su prometida y ésta rompió a llorar mientras apretaba con fuerza la corona entre sus manos.
- ¿Por qué no me dijo nada? ¿Dónde estará ahora?
- Probablemente tenía miedo - dijo para tratar de tranquilizarla mientras acariciaba suavemente su espalda -. Los guardias siguen buscando, me informarán de cualquier pista que encuentren. Volverás a verla. Te lo prometo.

   Pasaron un rato así hasta que la princesa se tranquilizó. Cuando ésto ocurrió Hans llamó al servicio y ordenó llevar a la alcoba chocolate caliente y unos sándwiches.
- La gente está nerviosa, el pueblo está cosa vez más violento - comentó Hans - deberíamos hacer algo para tratar de distraerlos.
- ¿Y qué propones hacer? Ya has visto cómo están las cosas ahí fuera, no podemos organizar una fiesta o un banquete, sería un desperdicio de recursos.
- Tal vez saber que tienen un heredero les de esperanza.
   Anna dedicó una mirada de incredulidad a su prometido. Ambos eran muy conscientes de que el embarazo no podía hacerse público hasta que estuvieran casados, por lo que la princesa supo enseguida hacia donde quería dirigir Hans la conversación.
- No es el momento.
- ¿Y cuando lo será? No podemos ocultar tu estado eternamente. Las doncellas lo saben, Kristoff lo sabe, es cuestión de tiempo que todo el mundo lo sepa y tu nombre quede manchado. Podemos convocar una ceremonia simbólica, algo sencillo, y cuando todo esto pase tendrás la boda que te mereces ¡con la que siempre has soñado y la que te prometí!
   Anna apartó la vista pensativa y agachó la cabeza. Quería celebrar su boda por todo lo alto, con el vestido que había llevado su madre y con su hermana a su lado en un bonito día de primavera. Pero estaba claro que eso no era posible. Elsa había desaparecido y si no regresaba le tocaría a ella cargar con las responsabilidades reales. Era algo para lo que no se sentía preparada y agradeció tener a Hans a su lado en esos momentos. <<Debo ser fuerte>> se dijo. <<Por mi pueblo. Por mi hijo...>>.
- Está bien. Pediré ayuda y comenzaré a preparar algo sencillo. Intentaré tenerlo todo listo lo antes posible.
   El rostro de Hans se iluminó de felicidad y besó a su prometida con entusiasmo.
- Gracias Anna. No sabes lo feliz que me haces. Desearía que todo esto acabara cuanto antes y pudiéramos llevar una vida tranquila.
- Yo también.
- ¿Puedo pedirte una cosa más?
- ¿De qué se trata?
- El bebé - dijo llevando las manos al vientre de Anna -. Me gustaría ponerle el nombre de mi abuelo.    Fue la única persona que me trató bien. Era un hombre bueno, justo y valiente. Querría que nuestro hijo fuera una persona con el corazón tan grande como él, y siendo tú su madre seguro que lo será.
- ¿Cómo se llamaba?
- Key - respondió mientras acariciaba sonriente y con cariño el vientre de su prometida.
- De acuerdo. Se llamará Key, si es un niño.

   Hans besó de nuevo a la princesa y una vez terminaron los aperitivos se retiró para seguir trabajando.

   Anna estaba de nuevo sola, sin nada que hacer. Se puso una capa gruesa y larga y salió de la habitación. Bajó las escaleras y atravesó los pasillos hasta llegar a una habitación llena de polvo que semejaba una pequeña biblioteca. Había estado allí muchas veces tras la coronación, pues era la alcoba dónde se había alojado el tutor de Elsa, Borje, quien falleció unas semanas antes del gran día. La princesa visitaba la alcoba de vez en cuando en busca de alguna pista sobre su hermana, pero sólo encontraba libros sobre mitos, magia y leyendas que no le aportaban nada. Ella buscaba algo especifico: Ella quería los diarios del señor Borje. Le parecía impensable que siendo el tutor de su hermana y, muy probablemente, conociéndola mejor que ella, no tuviera respuestas a sus preguntas. Él nunca le había dicho nada, ni siquiera cuando preguntaba; Pero ahora no había modo de que le ocultar la verdad, sólo necesitaba los diarios y estaba convencida de que los encontraría a menos que los hubiera quemado o llevado consigo a la tumba.
   Revisó las estantería en las tantas otras ocasiones había buscado. Examinó los armarios y cajones en busca de algún doble fondo y, en esta ocasión, cogió el abrecartas que estaba sobre la mesa para abrir el viejo colchón; Buscó y rebuscó en él sin encontrar nada más que lana de oveja, trozos de tela y algún que otro bichito.
   Se dejó caer sobre la destrozada cama resoplando y soltó con desgana el abrecartas que calló haciendo resonar su filo contra el revestimiento de madera del suelo. Algo en ese sonido llamó la atención de la princesa: No era un sonido firme y opaco como el que hacían sus zapatos al pisar el suelo o como el que hacía una espada al caer, si no hueco, como una pared o una puerta que ocultan una habitación al otro lado.
   Anna, algo dubitativa, se levantó de la cama y arrodillándose se tendió sobre el suelo, pegó su oreja a la madera y golpeó con el puño. La respuesta fue la esperada: Un sonido hueco y vació. Apartó violentamente la alfombra, lo que provocó que una inmensa nube de polvo se levantara e impactara contra su rosto haciéndola toser. No le importó demasiado. Se frotó la nariz y los ojos por instinto y observó el suelo buscando algún agujero, pomo, brecha o cerradura para acceder a un rincón secreto, pero no encontró nada. Se agachó de nuevo para ver debajo de la cama, pero tampoco parecía haber nada ahí. Miró a su alrededor esperando encontrar algo que la ayudara a desarmar el suelo, pero lo único que había era el abrecartas y no era lo suficientemente afilado. Trató de mover la cama por si había alguna brecha que no era posible ver a simple vista, pero era demasiado pesada para ella. Con mirada firme y decidida, a la par que algo despeinada, se acomodó la capa y abandonó la estancia dispuesta a cumplir su propósito, y ahora mismo sólo había una persona con la que podía contar.

   Tras atravesar los numerosos corredores y salir al exterior por la puerta trasera del almacén, entró en los establos y vio a la persona que buscaba.
- Kristoff – llamó ella.
El joven rubio se giró sorprendido de ver ahí a la princesa, la cual se acercó a él.
- Necesito que me ayudes con algo. Coge un hacha y sígueme. ¡Y ni una palabra a nadie!

   Sin entender muy bien la situación, el muchacho fue a por el hacha que se usaba para cortar leña y siguió los pasos de la princesa hasta los aposentos abandonados de Borje. Al principio se sorprendió un poco del desorden, pero más se sorprendió al escuchar la orden que le dio la princesa.
- Rompe es suelo, justo ahí, junto la cama – dijo mientras cerraba la puerta tras de sí.
- ¡¿Qué?! - exclamó Kristoff sin entender nada.
- ¡Tú hazlo! - exigió con notable impaciencia.
   Confuso pero obediente, Kristoff tomo la posición indicada por la princesa y comenzó a golpear el suelo con el hacha. No tardó en hundirla por completo partiendo la madera y formando una brecha astillada. Fue entonces cuando Anna le indicó con un gesto que se detuviera.
   La princesa se agachó y comenzó a apartar los restos sueltos del suelo casi con desesperación. Rompió las tablillas que todavía estaban sujetas al suelo dejando al descubierto lo que Anna sospechaba: un compartimento secreto. En su interior había un saco de lana azul; Sin dudarlo siquiera un segundo Anna extendió su mano.
   Con el saco ya en el exterior la princesa lo abrió intranquila levantando una nube de polvo que hizo toser a ambos. Kristoff comenzaba a preocuparse por ella, su comportamiento era demasiado extraño.
-¡Aquí están! - exclamó Anna con la cabeza casi dentro del saco.
- ¿El qué?
   Anna no contestó. Se acomodó en el suelo ignorando al montañero y puso los diarios sobre su regazo. Se quedó mirándolos un largo rato pensando qué habría escrito en ellos ¿Disiparían alguna de sus dudas o por el contrario no encontraría nada de utilidad? O peor ¡más preguntas! Realmente le daba miedo lo que pudiera encontrar en ellos.
Acarició la encuadernación en cuero negro que tenía en número 1 grabado en su lomo y margen inferior derecho de la portada. Dudó unos instantes, pero finalmente abrió el diario y comenzó a leer.

   “Esta tarde llegaré al reino de Arendelle. Siento verdadera curiosidad por la pequeña princesa, sus padres han insistido en que es muy especial y necesitan a alguien de confianza para instruirla, pero claro, todos los niños son especiales a los ojos de sus padres.”
(...)
   “ En efecto la princesa es una niña extraordinaria. He tenido mi primera audiencia con los reyes y conocido a la pequeña Elsa. ¡Esa niña puede crear hielo y nieve con sus manos! ¡Es impresionante, nunca había visto nada igual, es como si los cuentos de hadas, magia y trolls que me contaba mi madre cuando era un crio se hubieran manifestado en la princesa!”
(…)
   “Elsa es una niña muy despierta y lista, aunque un poco traviesa, siempre congela mi té. Ha llegado a mis oídos que los reyes esperan otro hijo. ¿Tendrá también extrañas habilidades? Sinceramente, espero que no, me gustan las bebidas calientes. Estoy seguro de que Elsa se pondrá muy contenta cuando lo sepa.”
(…)
   “Hoy me encontré a la princesa patinando en el pasillo. Lo peor es que me engatusó y acabé jugando con ella en vez de darle clase de protocolo. Espero que no se lo cuente a los reyes; Será nuestro pequeño secreto.”
(…)
   “El embarazo de la reina empieza a ser evidente. Elsa se ha puesto muy contenta con la noticia”
(…)
   “¡¡Es una niña!! ¡Una preciosa niña rubia llena de pecas! Se llama Anna y ya parece llevarse muy bien con Elsa. La pequeña siente fascinación por los poderes de su hermana... bueno, ¿y quién no? Anna no ha dado indicios de poseer ninguna habilidad especial a parte de su encanto.”
(...)
   “¡Estas niñas van a volverme loco! Hoy han robado las espadas de la guardia y se han puesto los cascos de las armaduras decorativas favoritas del rey. Se han puesto a jugar a la guerra en el gran salón y han dejado todo hecho un caos. ¡Menos mal que había pocos muebles! Voy a tener que ser más duro con ellas.”
(…)
   “Hoy Anna y Elsa se han escapado de palacio y han vuelto llenas de barro y con los vestidos destrozados. Todavía no tengo claro que ha pasado, pero tiene que ver con la persecución de un cerdo.
Vuelven a estar castigadas.”
(…)
   “Ha ocurrido algo terrible: Las niñas estaban haciendo de las suyas por la noche y Elsa ha herido a Anna con sus poderes. Aunque fue un accidente Anna está muy grave y no sabemos si se recuperará. Todos rezamos para que así sea. Por otro lado Elsa está aterrorizada, no sólo por el estado de su hermana, si no por si misma: Tiene miedo de herir a alguien más. El rey está dispuesto a tomar medidas para que tal cosa no ocurra.”
(…)
   “Han pasado dos semanas y Anna todavía no se ha despertado. Está viva, y eso es un alivio, pero no sabemos en que condiciones despertará.
El rey no permite que Elsa se acerque a su hermana y la pobre niña lleva días recluida en su habitación. Me ha dado ordenes claras y concisas de no dejarla salir a menos que sea estrictamente necesario y siempre y cuando que no haya otras personas cerca. Me parece una actitud exagerada pero no se ha tomado bien mis criticas. No me queda otra que obedecer.”
(…)
   “Anna se ha despertado, pero parece que ha perdido parte de su memoria y no sabemos si la recuperará. Sus padres insisten en que es mejor así, pues no recuerda los poderes de su hermana ni el desagradable accidente.”
(…)
   “El rey ha comenzado a investigar sobre magia y ritos de hechicería. Creo que lo ocurrido con sus hijas ha sido un golpe demasiado fuerte, sobretodo ahora que los poderes de Elsa se descontrolan. Creo que planea un modo de arrebatarle la magia, pero dudo que eso sea posible.”
(…)
   “Esta situación me supera: Cada día Anna va hasta la habitación de Elsa e intenta que juegue con ella, pero la pobre niña tiene tanto miedo de si misma que se niega a abrir la puerta (a parte de que su padre se lo prohibió.”
(…)
   “Creo que la soledad comienza a destrozar la mente de Elsa: Lleva días obsesionada con un chico volador que hace conejos de nieve. Pobre niña, debe sentirse tan sola...”
(...)
   “Los reyes viajarán a Wesenton esta semana para hacer negocios.
   Hay pasado años desde el accidente pero el rey sigue empeñado en tener recluida a su hija mayor, cuyos poderes cada vez van a peor. Tanto Anna como Elsa se han convertido en dos hermosas señoritas... la primera más alegre que la segunda.”
(…)
   “No debería haberlo hecho pero he leído algunos de los informes privados del rey en su ausencia. Sospecho que quiera deshacerse de Elsa para que no tenga que reinar. Temo que el viaje a Weselton sea con tales intenciones. Hablaré claramente con él tras su regreso, si mis sospechas son ciertas le propondré llevarme a Elsa conmigo (si ella acepta, claro): Buscaré otro trabajo y me haré pasar por su padre allá donde vayamos, le ayudaré como pueda y haré que vuelva a ser la niña curiosa y traviesa que era antes... Esa niña ya ha sufrido demasiado, no tolerará que le hagan más daño.”
(…)
   “Los reyes de Arendelle han muerto. Su barco naufragó en una tormenta antes de llegar a su destino . Las princesas están destrozadas. Han pasado tres días y Elsa todavía se niega a abrirme la puerta.”
(…)
   “El rey me ha dejado al mando de Arendelle mediante un escrito que había preparado antes de partir. Mis planes de llevarme a Elsa se han esfumado, pero ese que ella no habría aceptado de todos modos. Ahora no me queda más que prepararla para que cumpla su destino como reina.”
(…)
   “Se que no me queda mucho tiempo, ya estoy muy viejo.
   Elsa está aterrada con la idea de ser reina, teme que todo acabe en desastre. Y intento tranquilizarla, pero es extraño que lo consiga, normalmente me echa de la habitación; Creo que está al borde de un ataque de nervios... Espero poder estar ahí el día de su coronación y ver a mi pequeña niña convertida en mujer... y ayudarla en todo lo posible. Quién sabe, quizá incluso se reconcilie con su hermana.”

   El rostro de Anna iba perdiendo color con cada línea que leía. ¿Qué era todo eso? ¿Por qué no recordaba ni la mitad de las cosas? ¿A caso era cierto que su hermana la dejó al borde de la muerte y perdió la memoria?
Un remolino de sentimientos se formó en su mente, llegando incluso a marearla. Lo sabían. Todos los sabían y no le habían dicho nada. Su cabeza sólo pudo llegar a una conclusión: Había vivido engañada por todos durante más de diez años. La rabia y la tristeza afloraron en forma de lágrimas tímidas.
- Anna ¿Te encuentras bien? - preguntó Kristoff preocupado acercándose a ella.
   Tras un breve silencio respondió.
- Lo sabían. Todos lo sabían.
- ¿Qué sabían? No se que está pasando Anna. Francamente, me preocu...
   El joven no pudo terminar de hablar, pues la princesa se abalanzó llorando sobre él y hundió la cabeza en el pecho del muchacho.
- ¡Me han engañado! ¡¡Todos!! ¡Todos estos años sabían los de Elsa! - gritó entre lágrimas.

   Kristoff no supo que decir ni que hacer. Anna siguió llorando durante un buen rato. Finalmente el joven montañero la rodeó con los brazos; No porque supiera que eso ayudaría a que la muchacha se calmara, simplemente porque le apetecía hacerlo. Tras unos minutos la princesa pareció relajarse un poco, pero el llanto y la rabia la habían agotado y, sumado a su actual estado de shock, no encontró fuerzas para levantarse. 

viernes, 27 de noviembre de 2015

Capítulo 16: Confesiones

   Cuando sus labios se separaron pudieron sentir el aliento del uno en el otro: El de Elsa, cálido como un abrazo, y el de Jack, fresco como una mañana de invierno. Ambos jóvenes permanecieron juntos, frete contra frente, sintiendo sus cuerpos, su respiración, sus latidos acelerados, mientras parecían estudiar esas nuevas sensaciones que acababan de experimentar por primera vez.
- Lo siento... - murmuró Jack, rompiendo el silencio que se había creado - Pero si no lo hacía me iba a arrepentir el resto de mi vida.
   Elsa negó con la cabeza y agarró con fuerza la sudadera de Jack, como si de ese modo no pudiera escapar jamás.
- Qué esto dure lo que tenga que durar ¿Vale? - dijo la reina con tono melancólico y resignado al tiempo que esbozaba una sonrisa - Yo intentaré disfrutar de cada momento junto a ti, y cuando te marches, te prometo que haré todo lo posible por ser feliz y pagar mi deuda. Lo arreglaré todo, ya lo verás.
- No me cabe la menor duda - respondió a tiempo que acariciaba el rostro de ella y se acercaba para besarla de nuevo.
   Pero algo interrumpió el momento. El sonido de la puerta de un ascensor y unas voces familiares llegaron a oídos de Jack, quien corrió a recuperar su bastón para acto seguido tomar a Elsa en brazos para salir volando velozmente por la ventana.

- ¿A dónde vamos? - preguntó la reina mientras sobrevolaba la ciudad y se fascinaba con el hermoso espectáculo de luces que había a sus pies.
- Quiero presentarte a alguien.

   Poco tardaron en llegar a su destino. Un lugar lúgubre y gris adornado con árboles,  flores, estatuas y lápidas.
   Caminaron un rato entre los laberintos de piedra gris y graba hasta que Jack se detuvo frente a una lápida sencilla con el nombre de "Jamie Bennett".

- Él fue el primer niño que creyó en mí - explicó Jack sin separar sus ojos de la lápida -. El pequeño Jamie... Dijo que siempre creería en mí. ¡Y lo hizo! Fui a visitarlo al hospital antes de que muriera. Me vio al otro lado de la ventana de su habitación... y sonrió. Pude leer sus labios: dijo mi nombre... Pero no pudo decir más. Su mujer estaba con él, lo abrazó mientras lloraba, pero Jamie murió con una sonrisa en los labios. Eso me ayuda a sobrellevarlo.
>> Pensar en toda la gente que he visto y veré morir siendo guardián es deprimente. Pero si puedo hacer que sean felices durante su infancia y que mueran con una sonrisa al recordarla me basta. Así sentiré que he hecho bien mi trabajo.
- Es una horrible y pesada carga - comentó Elsa apenada ante las palabras de Jack -. Cuando murieron mis padres ni siquiera tuve valor para salir de mi habitación y abrazar a mi hermana.
- La muerte no es algo fácil de asumir - respondió con una media sonrisa para tratar de disimular su ojos vidriosos - ¿Un último paseo antes de regresar a Arendelle?
- Vale - dijo a tiempo que asentía con la cabeza - ¿Me presentarás a los demás guardianes?
- Eh... Creo que es mejor que no. Lo siento pero son... un poco estrictos y quisquillosos... Y se supone que yo no debería haber ido a Arendelle...
- Oh, ya veo. Eres un rebelde que se salta las reglas - comentó con cierta picardía.
- Ah... si, puede decirse que sí.
   El muchacho se frotó la cabeza a tiempo que ambos soltaban una pequeña carcajada.
   Amablemente, Jack, ofreció la mano a la reina, quien la aceptó sin vacilar. La empujó hacia sí y la tomó por la cintura mientras ella se agarraba al cuello del muchacho, preparándose para volar en cualquier momento.
   Surcaron los cielos, sobrevolaron la ciudad, el lago y el pequeño bosque hasta llegar a una urbe más grande, con un larguísimo puente y una enorme torre con un inmenso reloj. Jack se detuvo en seco y dejó que Elsa disfrutara de las maravillosas vistas que sólo Londres podía ofrecer.
- Hacia dónde mi capitana?
   Elsa seguía contemplando el paisaje fascinada; Cada rincón le parecía una oportunidad para descubrir más sobre ese mundo y su "magia". Finalmente fijó su vista en la imponente torre del reloj.
- ¡Allí! - respondió señalando el torreón que acompañaba un inmenso palacio de, a sus ojos, un extraño estilo arquitectónico.

   Llegaron a su destino más rápido que un suspiro.
   Cuando Jack dejó a Elsa sobre un pequeño espacio transitable en lo alto de la torre, ésta no pudo evitar retroceder hasta apoyarse en la pared.
- ¿Tanto miedo te dan las alturas? - comentó el muchacho entre risas mientras flotaba sobre el vacío.
- No. No son las alturas lo que me da miedo, si no la caída.
- ¡Qué tontería! ¿Cuándo te he dejado yo caer? A demás, si no te acercas un poco no podrás ver la estrella más famosa de Londres.
   Elsa se acercó curiosa, aunque con cautela. Cuando llegó al bordillo Jack se acercó a ella y le ofreció una mano para que se sintiera más segura. Entonces él señaló con su bastón a una pareja de estrellas que brillaban con intensidad en el cielo.
- La segunda estrella a la derecha ¿La ves?
- Si - respondió con los ojos iluminados.
- Los cuentos dicen que si vuelas hacia esa estrella todo recto hacia el amanecer llegas al País de Nunca Jamás, dónde Peter Pan se lleva a los niños perdidos y allí nunca crecen.
- ¡Vaya! ¿Y tú has estado allí?
- No. Mi juventud es natural. Aunque tras ver cómo he llegado a Arendelle me hace pensar que tal vez volar no sea el modo de llegar hasta él... En el caso de que sea real, claro.
- ¿Tú crees que es real?
   Jack hizo una pausa pensativo ates de contestar.
- ... No lo sé.
- Yo si lo creo... Después de todo lo que he visto no tengo motivos para creer lo contrario.
   Jack se volvió hacia Elsa y le dedicó una sonrisa.
- Bien dicho, tienes razón: No hay motivos para no creer.

   Tras unos minutos de silencio observando el cielo nocturno, Jack bajó la cabeza y se acercó a su compañera posando los pies en el suelo, soltó la mano de Elsa y apoyó su peso sobre el bastón.
- Creo que debería contarte algo.
   Ante la expresión seria del muchacho Elsa se temió lo peor, pero dio un paso al frente y guardó la compostura, obligándose a sí misma a ser fuerte y sonreír.
- ¿De qué se trata?
- Verás... - guardó silencio unos segundos tratando de buscar las palabras adecuadas en su mente -. Puede que no te haya contado toda la verdad... sobre mí... - la reina palideció ante estas palabras -. Pero si lo hice fue sólo porque no quería asustarte. Por favor, entiéndelo.
- Tranquilo Jack. Di lo que tengas que decir.
  El joven cogió aire, y con él, valor para confesar todo aquello que se había guardado por temor al rechazo.
- Yo, mucho antes de ser guardián, era un humano normal: Vivía con mis padres y mi hermana, tenía a mis amigos, salíamos a jugar... pero eso fue hace muchos años - hizo una pausa y miró a su compañera, quien escuchaba atenta su historia -. Un día mi hermana y yo fuimos a patinar al lago, ese que hay cerca de la cueva donde vivo: En invierno se congela por completo.
>> El hielo estaba frágil ese día y mi hermana tenía miedo. "No te preocupes" le dije, "Vamos a divertirnos". Le prometí que iba a estar bien, que no le pasaría nada... Ella se salvó, pero cuando logré ponerla en un lugar seguro el hielo se rompió bajo mis pies.
>> Morí ahogado, o congelado... o quizás ambas, no lo sé. Pero lo primero que vi al despertar fue la Luna: Ella me había llamado, y al despertar me convertí en Jack Escarcha - miró a Elsa de nuevo y no se sorprendió al ver sus ojos vidriosos y expresión de terror -. Pero desde aquello ya han pasado trescientos ochenta años.
>> Lo siento. Debí habértelo dicho antes.

   Elsa quedó atónita, en completo estado de shock. No tenía palabras, no sabía que decir. Sus ojos ni siquiera miraban a Jack, estaban perdidos en algún lugar de su mente, tratando de asimilar todo aquello mientras dos lágrimas tímidas brotaban de sus ojos y se deslizaban por sus mejillas.
- Estás muerto... - logró decir finalmente con gran esfuerzo.
- No lo se... Yo no me siento muerto.
   Hubo otro minuto de silencio.
- Sospechaba algo parecido - confesó Elsa -. Pero no quería creer que pudiera ser real...
  La reina trató de guardar sus lágrimas, pero fue en vano; Pronto comenzó a sollozar y a respirar con dificultad. Su cara estaba roja por el esfuerzo. Jack se acercó a ella y la abrazó con temor a ser rechazado, pero para su sorpresa, Elsa se aferró a él desesperadamente dejando fluir su llanto una vez más.

- Lo siento - dijo cuando la reina se hubo calmado un poco.
- No tienes que disculparte por nada, Jack.
   Elsa fue entonces consciente de lo absurda que resultaba su situación comparada con la de Jack: Él no sólo había perdido a su familia y amigos, ¡había perdido su vida! Y ahora estaba condenado a ver morir a todas aquellas personas que podían llegar a importarle. Ella tuvo durante años la posibilidad de arreglar las cosas, pero nunca encontró el valor para hacerlo, y probablemente nunca lo había encontrado de no ser por él. <<Han tenido que pasar años, organizar un desastre, conocer a un extraño y viajar a otro mundo para darme cuenta de que me he comportado como una estúpida>>. Pensó para sí misma. <<Tenía la solución a mis problemas al otro lado de una puerta y nunca hallé el valor para abrirla>>.

   Ambos permanecieron unos minutos abrazados, sin decir nada.
- Jack, creo que es hora de regresar ¿Vendrás conmigo?
- Siempre - respondió abrazándola más fuerte.
- Vaya, vaya. He de admitir que esto no me lo esperaba.
   Una voz profunda los interrumpió. La pareja se separó volviéndose en dirección al sonido. Jack reconoció al instante la silueta de Bunny, que parecía tan sorprendido como Elsa al ver al peludo guardián.
- ¡Jack, insensato! ¿¡Se puede saber que has hecho!?
- ¡Bunny! - exclamó desconcertado - ¿Qué haces aquí?
- Creo que la pregunta correcta es "¿Qué hace ella aquí?" - dijo señalando a Elsa con rostro firme y enfurecido.
   Automáticamente la chica retrocedió intimidada por ese extraño conejo gigante antropomorfo. Jack dio un paso al frente, interponiéndose entre Elsa y la mirada amenazante que Bunny  le dedicaba.
- No tienes de que preocuparte - intervino el muchacho con su tono despreocupado y juguetón habitual -. Ya nos íbamos. Volveré tan rápido que no tendrás tiempo de echarme de menos.
- No Jack, tú no vas a ninguna parte. Tenemos que hablar, todos, ahora; Te has metido en un buen lio.
   Antes de que ninguno de los presentes tuviera tiempo de pestañear, Bunny lanzó una bola de cristal que abrió un portal mágico al impactar contra el suelo, justo detrás de Elsa, la cual se desequilibró ante la fuerza gravitatoria del vórtice y fue absorbida por él.  Al ver lo ocurrido, Jack, no vaciló ni un segundo en seguirla, desapareciendo ambos jóvenes de la vista del conejo. No le preocupaba, pues sabía bien a dónde los llevaría el portal. Bunny no lo atravesó y esperó a que se cerrara; Dio unos golpecitos en el suelo con su pata izquierda y un túnel se abrió como por arte de magia. Prefería viajar a pie.

   Elsa había caído al suelo tras atravesar el portal y fue lo primero que Jack pudo ver. Se inclinó hacia ella y la ayudó a ponerse en pie para a continuación inspeccionar el terreno; Aunque bastó una leve mirada para saber dónde se encontraba: Techo alto, gran salón iluminado, juguetes y yetis, mucho yetis. Le miraban con una mezcla de frustración y pena. Notó una presencia tras de sí; Sabía muy bien de quien se trataba y no le apetecía tener que dar explicaciones en ese momento, pero estaba acorralado y debía hacerlo tarde o temprano, por lo que se giró sin pensárselo demasiado.
   Norte estaba ahí: serio, imponente y con los brazos cruzados. Lo acompañaban Sandy, quien tampoco parecía demasiado contento y Toothiana, quien tenía una clara expresión de pena y decepción. No tardó en abrirse un túnel subterráneo del que emergió Bunny; Los cinco guardianes estaban reunidos de nuevo.
   Jack agarró a Elsa atrayéndola hacia sí en un intento vano por protegerla.
- Jack... - comenzó Norte.
- ¡Puedo explicarlo! - interrumpió el muchacho.
- Creo que no hay nada que explicar. Has desobedecido, has traicionado nuestra confianza - se giró para ver a Toothiana -, ¡y tú le has ayudado! ¿¡En qué estabais pensando!?
- No metas a Hada en esto Norte - defendió Jack a su amiga.
- No lo necesito, se ha metido ella sola. Me habéis decepcionado.
- Yo también estoy decepcionado - añadió el joven guardián -. Podías haberme dicho que era esa esfera mágica y por qué es tan peligrosa, pero como de costumbre no me dijiste nada y tuve que enterarme por mi cuenta o por terceras personas. ¡¿Por qué no confías en mí?!
- ¡¿Cómo pretendes que lo haga cuando tienes a una persona de otro mundo a tu lado Jack?! Lo único que tenías que hacer era mantenerte alejado de la esfera, y no pudiste hacerlo.
- Tengo entendido que tú tampoco pudiste en su momento.
   Toothiana se había llevó las manos a la boca para ahogar un grito ante la respuesta de su amigo. Norte frunció más el ceño y por un momento pareció a punto de estallar, pero increíblemente se relajó y tomó aire.
- Jack, entiende que sólo intentaba protegerte.
- Pero estoy bien, no hay de qué preocuparse. Volveremos a Arendelle, Elsa lo arreglará todo y yo volveré cuanto antes.
- No Jack, las cosas no se van a arreglar, porque no pertenecemos a ese mundo -insistió Norte -, lo único que podemos lograr es entorpecerlo todo si nos entrometemos, y tú ya te has entrometido demasiado.
- ¡Eso no es cierto! - exclamó la reina para sorpresa de todos. La mirada de todos los presentes se posaron sobre ella, como en el día de su coronación. Se sintió intimidada, pero logró encontrar valor para seguir ablando -. Eso no es cierto. De no ser por Jack yo todavía seguiría huyendo. De no ser por él yo probablemente no estaría viva y jamás habría encontrado valor para arreglar todo aquello que hice mal durante años.  Así que no digáis que Jack nunca debió venir a Arendelle, porque de no ser así yo nunca habría tenido fuerzas para seguir adelante y nunca habría recordado lo que es ser feliz. No se quienes sois, y vosotros tampoco me conocéis, pero le debo más a Jack de lo que podéis imaginar.
   Tras las estas palabras hubo un breve silencio y un intercambio de miradas.
   Bunny fue el primero en hablar.
- Tal y como ha dicho Norte,  te has involucrado demasiado -dijo dirigiéndose a Jack.
   El muchacho quiso contestar, pero un sonido similar a un reloj de arena captó su atención. Volvió su vista y vio a Sandy formando siluetas sobre su cabeza con arena dorada: La figura de Elsa, un ojo, Jack y un interrogante.
- ¿Qué por qué puede verme? - preguntó señalando a su compañera.
   Sandy asintió.
- Porque es la niña de la ventana de la que os hablé. Nunca dejó de creer en mí.
- Mira Jack, todo esto es muy conmovedor, de verdad - comentó Bunny -, pero te considero lo suficientemente maduro como para entender la gravedad del asunto: No debemos intervenir en hechos pasados ni en otros mundos.
>> Dame la esfera, por favor.
- No.
   Pero de nada sirvió la negativa del muchacho, pues sin que él lo notara la arena dorada de Sandy se la arrebató del bolsillo para entregársela a Norte.
   Jack dedicó una mirada de odio al guardián dorado, el cual bajó su rostro con resignación. Miró a Norte, quien ya tenía la esfera mágica entre sus manos.
- Por favor... no lo hagas - suplicó el muchacho con un hilo de voz.
- Lo siento Jack.
   Tras estas palabras Norte hizo estallar la bola justo al lado de la reina. Jack la sujetaba con fuerza para que no fuera absorbida por el vórtice, pero Bunny, veloz como un rallo, golpeó al muchacho separándolo de la joven y empujando a ésta a su vez hacia el portal. Tanto Toothiana como Jack se lanzaron volando hacia el vórtice antes de que se cerrara, pero unos yetis se interpusieron en su camino agarrándolos con fuerza, soportando tirones, gritos insultos y maldiciones por parte de los guardianes.

   Sólo los soltaron cuando el portan se cerró y Norte guardó la bola mágica al volver a sus manos. Toothiana posó los pies en el suelo y se inclinó para abrazar a Jack, quien había caído de rodillas y sin fuerzas en cuanto lo soltaron.  El hada fue consciente entonces de que el cuerpo de su amigo temblaba bajo sus brazos. 

domingo, 13 de septiembre de 2015

Capítulo 15: Nuevas emociones

 Todo era nuevo, brillante y maravilloso. Tal y como había dicho Jack, aquella tierra parecía mágica a pesar de la ausencia de la misma.
  Elsa estaba emocionada, excitada ¡podía permitírselo! Por primera vez en años fue libre de verdad y no tuvo que preocuparse de su poder. A pesar de estar en un lugar totalmente desconocido, y probablemente peligroso, se sentía segura y confiada, pues Jack volaba sobre ella explicándoselo todo y, ocasionalmente, ocultándose de las miradas curiosas de algún niño.
- Eso es un semáforo: sigue caminando solo cuando se ponga de color verde. Cuando cruces la calle gira a la izquierda, a esta hora siempre regalan pastelitos en la confitería de Marta.
- ¿Marta? ¿Quién es Marta? ¿Otra guardiana? - preguntó Elsa esperando el cambio de color en el semáforo mientras trataba de mantener la falda del vestido lo más baja posible - ¿Y qué es eso de confitería?
- Eh... no, Marta es la dueña de la confitería y la confitería es una tienda en la que venden pasteles y se bebe café. Y te recomendaría no hablar mucho aquí, te recuerdo que no pueden verme y estás hablando sola.
  Elsa miró por el rabillo del ojo a un hombre que tenía a su lado. La observaba de arriba abajo con una mueca entre fascinación y extrañeza. Notó un empujón en el hombro y pudo ver como la multitud comenzaba a cruzar la calle. Miró el semáforo, ya estaba verde; volvió a mirar al hombre y siguió a la multitud agachando en rostro mientras se ruborizaba.  Giró a la izquierda, tal y como le había dicho su guía, y allí encontró a un par de chicas ataviadas con un vestido marrón, ceñido, corto y con un delantal. Una de las chicas era muy morena, casi del color del chocolate y su pelo, tan oscuro como el carbón y denso como el relleno de un buen cojín.  Desde que llegó a ese lugar había visto gente de lo más variopinta: desde mujeres con los colores de pelo más extraños, hasta hombres adultos cogidos de la mano y haciéndose carantoñas. Era un lugar extraño, pero le gustaba.
  Al pasar por delante de "la confitería de Marta", la chica de piel oscura le ofreció un pequeño pastel coronado con nata y una flor. Le habría gustado coger otro para Jack, pero le parecía descortés pedir otro pastelillo gratis para alguien que ni siquiera era visible a sus ojos ¿cómo explicarlo? la tomarían por loca. Siguió caminando un rato sin probar el apetitoso presente, hasta que vio un estrecho y oscuro callejón en el cual se adentró.
- Jack ¿quieres un trozo? - le ofreció amablemente al muchacho que ya descendía para estar a su altura.
-  No gracias, es para ti, yo ya los he probado. A delante, dale un bocado.
  Elsa observó por última vez el pastelillo, estaba tan bien decorado que le daba algo de pena comérselo, pero cerró los ojos se lo llevó a la boca.
  No todo eran sorpresas para sus ojos y oídos en ese mundo: los sabores también eran diferentes ¡Y qué sabores! Elsa no sabría decir en qué momento terminó ese dulce con textura de algodón y sabor a miel, solo sabía que quería más.
- ¡Está delicioso! - exclamó cubriendo la boca con su mano mientras terminaba de masticar para tragar. Jack rió ante la espontaneidad de su compañera mientras esta terminaba de comer -. Cuando regresemos tengo que llevarle algunos a Anna.
- Seguro que le encantan, te recomiendo el de chocolate con avellanas.
  Ambos rieron un rato, hasta que Jack se percató de los restos de dulce y nata que bordeaban los labios de Elsa. La observó unos segundos sin dejar de sonreír, aunque dubitativo sin saber muy bien cómo reaccionar. Finalmente se acercó más a su compañera y pasó el dedo pulgar por la comisura de sus labios para retirar un pequeño resto de nata. Lo hizo lento, delicado y con cariño.
- Tienes... restos de pastel en la boca... - explicó mientras observaba los carnosos labios de la reina, aunque sin dejar de prestar atención al resto de su rostro.
  Otra vez esa sensación, ese deseo incontrolable de juntar sus labios <<¿Por qué? ¿Por qué?>>. Su corazón comenzó a latir con fuerza, notó la temperatura de su cuerpo elevarse (todo lo que era posible, claro) y sus mejillas se tornaron carmesí. Miró a Elsa a los ojos; también se había ruborizado y estaba paralizada contra la pared, observándole con los labios entre abiertos y la respiración entrecortada <<Otra vez no...>>.
  Jack dejó caer su cabeza juntando su frente contra la de Elsa. Cerró los ojos y comenzó a reír sin ganas, casi desesperado, al tiempo que se llevaba a la boca el dedo con nata. <<Soy un idiota>> pensó.
- ¿Jack...?
- Que tonto soy - sonrió con cierta angustia en su rostro - casi olvido lo más importante.

  Como un idiota, como un autentico idiota, así se sentía, guiando a una chica de otro mundo a través de las calles de la ciudad. No, una chica no ¡una reina! ¿en qué estaba pensando? Eso no podía acabar bien, por un momento se arrepintió de no haber escuchado a Norte e involucrarse en los asuntos de otros mundos. Se había sentido solo durante años, como si faltara algo en su vida, en él... Ahora que tenía a Elsa a su lado esa sensación había desaparecido por completo pero en su lugar había aflorado un profundo temor: no soportaba la idea de separarse de ella y sabía que ocurriría tarde o temprano. Él le decía que estaría a su lado ¿pero por cuánto tiempo? Jack tenía obligaciones en la tierra, y ella en Arendelle ¿Iría a visitarla cada verano? Probablemente en un par de meses Arendelle sería ocupado por una nueva generación... <<Tiene que haber una forma>> pensó Jack <<después de tantos años, después de todo lo que he pasado... después de tenerla a mi lado... ¿cómo voy a permitir estar sin ella?>>. Sintió una punzada helada en el corazón cuando se giró para mirarla. Elsa caminaba entre la multitud estudiando cada detalle que, a sus ojos, resultaba fascinante. Levantó la vista y saludó a Jack con una radiante y cálida sonrisa, esta vez sin cubrirla con las manos.  No sabía muy bien cómo arreglar el lio en el que los había metido, pero le había prometido cosas a Elsa y estaba dispuesto a cumplirlas todas.

  Jack tuvo que dejar sola a Elsa un par de veces para esconderse de las miradas de algunos niños. La reina estaba apoyada sobre una balaustrada, observando el mar y el cielo oscuro iluminado únicamente por la luna. Jack se dispuso a acercarse, pero alguien se le había adelantado: Un hombre alto de espalda ancha,  brazos musculados y rostro simétrico coronado por cabello oscuro; se posó en la balaustrada al lado de Elsa. Jack se acercó un poco para oír la conversación.
- Hola ¿estás sola? - preguntó el hombre.
- Hola, eh... no - respondió algo nerviosa volviendo a acomodarse el vestido -, de hecho espero a alguien.
- Oh, ya veo. Tan guapa como vas y a estas horas supongo que esperas a tu novio ¿no? - el hombre se acercó un poco más a Elsa con una sonrisa, esperando, por supuesto, una respuesta negativa por parte de la muchacha  -. Un poco mal educado por su parte hacerte esperar.
- Oh, no, no es mi novio, en realidad es alguien mucho más importante que eso - miró la luna que ya brillaba en el cielo, llena y majestuosa. No pudo evitar sonreír -, es mi guardián.
- ¿Guardián?
- ¿No sabes lo que es un guardián? - preguntó algo extrañada, pues daba por hecho que en ese mundo todos sabían de la existencia de los guardianes aunque no pudieran verlos.
- Elsa.
  La reina se giró bruscamente y vio Jack a unos pasos de distancia, entre algunas parejas que caminaban por el paseo marítimo ignorando la presencia del joven níveo. Elsa se volvió hacia el hombre con el que estaba hablando y se despidió de él educadamente para correr al lado de Jack, que inmediatamente se elevó en el aire sobre su cabeza. Nunca caminaba a su lado por las zonas transitadas, pues no le gustaba que "tropezasen" con él, pero Elsa era consciente de que algo no iba bien desde que hablaron en el callejón: Lo notaba algo taciturno, y eso no era propio de él.
- ¿A dónde vamos ahora?
- Bueno, hace tiempo te prometí una cosa, es el momento de cumplirla. Tú solo sígueme.
 Caminaron por la hermosa ciudad iluminada y se detuvieron en la parte trasera de un bloque de edificios bastante elegante. Jack inspeccionó el terreno y una vez estuvo seguro de que no había nadie en los alrededores tomó a Elsa en volandas y se elevaron hasta el séptimo piso. La ventana estaba abierta y Elsa la atravesó sin problemas, encontrando al otro lado un amplio salón con un gran piano de cola, altas estanterías, libros, un gran sofá y muchas otras cosas de las cuales ignoraba su nombre y utilidad.
- ¿Seguro que está bien que hagamos esto?
- Claro, no te preocupes. Conozco a los dueños de esta casa desde que eran niños, a veces vengo aquí a ver la tele cuando ellos no están: salen todos los viernes y no vuelven hasta tarde.
- ¿En serio?  ¡Oh! ¿Qué es eso de la "Tele"?
  Jack sonrió y se acercó a la pequeña mesa de té blanca que había frente al sofá, cogió el mando y pulsó el botón de encendido apuntando a la pantalla. Elsa quedó atónita: Un montón de gente diminuta ante sus ojos, dentro de una fina lamina negra. Extendió su mano para intentar tocarla, pero la gente no reaccionaba, estaban demasiado ocupados decidiendo qué camino tomar.
- ¡Es magia! ¿Están ahí encerrados?
- No - respondió el muchacho entre risas -, es como el teatro, pero llega a todas las casa que tengan una televisión - dijo a tiempo que le daba unos toques al aparato -. La gente que ves aquí interpreta la obra en algo llamado "estudio" y luego llega a las televisiones por unos procesos demasiado complicados como para explicártelos.
- ¡Oh! - exclamó Elsa falsamente ofendida - ¿No soy lo suficientemente lista como para entenderlo?
- No es que no te crea lo suficientemente lista para entenderlo, es que yo no lo entiendo. Pero no te he traído aquí para ver la televisión.
  El muchacho apagó el aparato y se dirigió veloz hacia una de las estanterías. Estaba llena de CDs perfectamente ordenados, Jack buscó entre ellos un título en concreto. Deslizó su dedo índice entre los lomos de las cajas, dónde predominaban los nombres clásicos: Juan de la Encina, Lully, Mozart, Bach, Wagner, Bethobeen... Detuvo su búsqueda cuando llegó a Tchaikovski: "El cascanueces" y un Do rompió su concentración; Se giró rápidamente y vio a Elsa al lado del piano, ocultando las manos tras la espalda, avergonzada.
- Lo siento.
- No pasa nada.
  Jack no pudo evitar sonreír, le gustaba verla así, despreocupada, feliz, activa... <<Ojalá fuera así siempre>>.
- Oye Jack... tengo una pequeña duda - dijo mientras su compañero sacaba el CD de la caja y lo introducía en el reproductor - ¿Esto que estamos haciendo no es allanamiento?
- Emm... Si... puede decirse que sí.
- Puede decirse...
- Oye, confía en mi ¿vale? No va a haber ningún problema ni vamos a hacer nada malo. Tú solo relájate y disfruta como hasta ahora.
  Elsa asintió, no demasiado convencida de que eso fuera correcto, pero tampoco se encontraba en posición de contradecirle.
  Jack bajó la tapa del reproductor y pulsó el interruptor de encendido, lo que provocó que Elsa se acercara curiosa a observar las luces que surgían del aparato, las cuales cambiaban a medida que Jack pulsaba botones, hasta que se detuvo cuando la pantalla marcó el número 13.
  La música comenzó a sonar como un fino hilo de armonía que crecía y se intensificaba lentamente. Sobresaltada, Elsa miró a su alrededor buscando el origen del sonido. La melodía comenzó a sonar y Elsa daba vueltas sobre sí misma mirando en todas direcciones. No había una orquesta, ni un solo músico y la televisión estaba apagada, ahí solo estaban ella, Jack y un hermoso vals.
- Te dije que aquí la música salía de cajas - dijo el muchacho al tiempo que le daba unos golpecitos a la cadena de música. Dejó su bastón apoyado en la pared, dio un paso hacia Elsa y le tendió la mano con una leve reverencia -. ¿Me concede este baile, alteza?
  Elsa sonrió cálidamente mientras entrelazaba su mano con la de Jack.
- Será un placer.
  Y tras una elegante reverencia por parte de la reina juntaron sus cuerpos del modo que debe hacerse en un vals.
  Elsa se sorprendió a si misma bailando con una increíble ligereza al ritmo de esa melodía que tantas veces había repetido en su cabeza y que tantas otras había bailado sola en su alcoba.
- Jack ¿Dónde aprendiste a bailar?
- Bueno... digamos que he asistido a fiestas durante muchos años. Quieras o no acabas aprendiendo algo.
  El muchacho alzó el brazo y Elsa reaccionó al instante girando sobre sí misma, dejándose guiar por la música y ordenes que le daban los brazos de su pareja. Se dio cuenta entonces de que no era tan difícil, solo tenía que soltarse.  Dejó de contar los pasos que daban sus pies. Su nueva ropa le resultaba realmente cómoda y el contacto de sus piernas con el aire le agradaba profundamente: era casi como estar desnuda.
  Observó a Jack, que la miraba con infinita ternura; se dio cuenta de que su cabello había recuperado su tono níveo natural y eso provocó que afloraran nuevas preguntas en la mente de la reina. Se dijo a si misma que debía disfrutar el momento; aunque era evidente que le estaba ocultando algo, Jack la había ayudado desde que apareció y confiaba en él, le había enseñado demasiadas cosas y brindado un gran apoyo; por todo eso y más, Elsa sentía que tenía una inmensa deuda con él y en ese preciso instante se sentía capaz de cualquier cosa, todo gracias a Jack. Si tenía que contarle algo sabía que el muchacho se lo diría tarde o temprano.

  Por otro lado, Jack observaba fascinado a su compañera: Sus pequeños pies en esos bonitos zapatos que parecían de cristal, sus blancas y finas piernas, los muslos que dejaba ver el vuelo de la falda en cada vuelta que daba, su fina cintura, sus delicadas y frías manos, sus brazos, su pecho, su cuello, su pelo, su cara, sus ojos, sus labios, sus sonrisa todo, no quería perder detalle. Elsa se movía como una hoja al viento entre sus brazos y cuando la apartaba giraba con la gracia de una bailarina, o eso le parecía a él. Guardó esos instantes en su mente y en su corazón, deseando que cada segundo durase para siempre. Recordó el primer baile con Elsa y como había estado a punto de besarla <<¿En qué estaría pensando? Ah, sí, en nada, como de costumbre>>. Pero le resultaba tan difícil pensar en esos momentos; Había pasado semanas con ella y cada vez que pasaban algo de tiempo cerca le invadía esa sensación cálida y esa necesidad de tenerla entre sus brazos para siempre, de fundirse con ella ¿Era eso lo que los mortales llamaban amor? Él no lo sabía, era la primera vez que sentía algo así, pero era muy probable. Más nada podía hacer, quería ayudar a Elsa, no asustarla, era imposible saber cómo reaccionaría a sus sentimientos, cómo reaccionarían ambos, y más sabiendo que Jack no se lo había contado todo sobre él a su compañera.

  La música dejó de sonar sin que apenas se dieran cuenta. Jack frenó en seco y Elsa con él. La preocupación en el rostro del muchacho era evidente y la reina no pudo evitar preguntar.
- Jack ¿en qué piensas?
- Nada en particular.
- No me mientas, no piensas a menudo y se cuando lo haces. Algo te preocupa.
  Jack esbozó una media sonrisa, pero no era su media sonrisa pícara, si no una desganada y resignada. El muchacho buscó palabras adecuadas en su mente, pero no encontró nada que le pudiera decir. Los arpegios de un arpa comenzaron a sonar y un violonchelo se unió a ella, pero ni siquiera se percató de ello, de hecho se había olvidado de la música hace tiempo, solo podía pensar en que tarde o temprano tendrían que separarse y lo difícil que sería para él cargar con el recuerdo de Elsa durante toda la eternidad.
- Es complicado - dijo finalmente -. Digamos que desde que te conozco mi mundo se ha puesto patas arriba.
- Lo siento - respondió borrando lentamente la alegría de su rostro -. Lo último que quiero es causarte problemas, no era consciente de...
  Jack la interrumpió llevando el dedo índice a sus labios.
- Créeme, no tienes de que disculparte. Y en cualquier caso toda esta situación es culpa mía y de mi curiosidad.
-  En ese caso me alegro de que seas tan curioso. Me alegro de haberte conocido Jack, y sea lo que sea lo que ocurra en el futuro, no creo que haya modo de que me arrepienta de ello.
- Yo también me alegro de haberte conocido Elsa, no sabes cuánto.
  El muchacho pasó su mano por la cara de la joven y le apartó unos mechones de cabello del rostro. Acarició su fina u blanca tez al tiempo que esbozaba una sonrisa discreta, aunque llena de sentimiento. Sus ojos encerraban un mar de pensamientos, todos ellos dedicados a la chica que tenia frente a él y ante la que se sentía tan vulnerable.
- Jack yo... te... te quiero dar las gracias por todo. Puede que no lo sepas, pero gracias a ti me siento más fuerte. No sé cómo podré pagarte todo lo que has hecho por mí.
- Me basta con que seas feliz, con eso doy mi cuenta por saldada.
- ¿Volverás conmigo a Arendelle?
- Claro.
- ¿Te quedarás?
  Jack guardó silencio ante esa pregunta, sabía perfectamente que no podía quedarse para siempre en Arendelle y si regresaba tras el invierno todo había cambiado, probablemente Elsa ni estaría.
- Elsa... estaría a tú lado toda la vida... - dijo mirándola a los ojos con tristeza.
- Pero no lo harás ¿verdad? - Jack palideció y notó como las palabras de Elsa se le clavaban como puñales -. Tranquilo, lo entiendo, somos de mundos diferentes, somos diferentes - hizo una pausa para coger aire. Parecía a punto de llorar -. Pero todo lo que me has enseñado y todo lo que hemos pasado juntos no cambiará. Yo debo regresar para arreglar las cosas y tú deber quedarte aquí para cuidar de los niños ¿no? - una lágrima calló por sus mejillas -. Nunca te olvidaré, Jack.
- Elsa...
  Jack estaba atónito, no sabía que decir o qué hacer, lo había dejado sin palabras. Envuelto en un mar turbio de sentimientos veía frente a sus ojos llorar a la persona que más quería, sufriendo por una separación que aún no había llegado y que ninguno de los dos quería que llegase; Elsa estaba sufriendo por su culpa y no sabía como arreglarlo, se sentía impotente y patético, culpable por no haber obedecido a Norte y dejar que todo eso ocurriera, pero... ¿cuál habría sido el destino de la reina si no hubieran llegado a encontrarse? ¿Las cosas habían ido mejor para ambos o por el contrario Elsa ya habría sido asesinada por su pueblo? ¿O se había encontrado con su hermana y habrían logrado arreglar las cosas? Eso nunca lo sabría. De pronto, y como un rayo de esperanza, su mente recordó unas palabras que Bunny le había dicho en una ocasión: "Las cosas siempre ocurren por un motivo, por eso a los Pokka no se nos permite cambiar el pasado".
  Elsa había agachado la cabeza y cubría levemente su rostro con la mano mientras sollozaba y trataba de retener las lágrimas sin éxito.
- Suéltalo, Elsa, coge aire y saca aquello que te duele.
  La muchacha le miró con ojos vidriosos y, como si aquellas palabras hubieran sido un detonador, una mueca de dolor se dibujó en su cara y comenzó a llorar como si no lo hubiera hecho en años. Jack la abrazó y ella le correspondió, hundiendo el rostro en el hombro del muchacho, que no tardó en sentir la humedad de las lágrimas en su ropa.
 
  Pasaron los minutos, la música ya había dejado de sonar y el llanto fue perdiendo intensidad, hasta que pareció calmarse por completo. Elsa ya no lloraba, pero seguía abrazando a Jack con fuerza pues, de algún modo, se sentía segura entre sus brazos, como si nada pudiera dañarla, o quizá porque así sentía que Jack no volvería a desaparecer.
  La voz del joven la despertó de su trance.
- Elsa...
  La reina se separó del cuerpo de Jack para mirarlo a los ojos. Tenía el semblante serio y un ápice de preocupación, mezclado con nervios, se reflejaba en sus ojos. Elsa pensaba preguntarle qué le ocurría o por qué la había llamado, pero la respuesta llegó por si sola y por sorpresa. Quedó paralizada. Los labios de Jack se habían juntado con los de ella y una extraña sensación similar a una pequeña descarga recorrió su cuerpo, en línea recta, desde su abdomen a su coronilla. Jack comenzó a rodearla con los brazos y ella tomó la nuca del muchacho con sus manos para atraerlo ligeramente hacia sí.
 Ambos bebieron de ese beso, cálido, dulce e intenso, como si fuera lo único que podía mantenerlos juntos, como si eso fuera un adiós y nunca más pudieran volver a verse, como si fuera la única cura para todos los males y miedos que azotaban sus vidas. Como si fuera lo único que los hacía sentir vivos.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Fecha para el capítulo 15

  ¡Hola a todos/as!
  Me enorgullece poder presentaros al fin la fecha para el capítulo 15 de A New Frozen Kingdom, y como siempre me disculpo por no poder actualizar más a menudo, pero no he tenido tanto tiempo libre como me habría gustado y me temo que tampoco lo tendré. La historia avanza, lenta, pero avanza.

Capítulo 15: Nuevas emociones

Domingo 13 de Septiembre
Capitulo 15 de A New Frozen Kingdom
"Nuevas emociones"

  En el capítulo anterior Elsa y Jack viajan a nuestro mundo. Allí la reina de Arendelle conoce a Toothiana, El Hada de los Dientes, fiel amiga de Jack que les brinda su ayuda. Ahora Elsa está en un mundo desconocido, en el que será guiada por Jack y en donde despertarán nuevas emociones.  

  Creo que este es un capítulo clave, pues se presenta un cambio en los personajes principales (Jack y Elsa), o al menos eso me parece xD


  De nuevo me disculpo por ser tan lenta pero os prometo que si sois pacientes y os quedáis podréis leer el final de la historia ^^
  Hasta la próxima entrada, y gracias por vuestra paciencia. 

martes, 28 de julio de 2015

Capítulo 14: De nuevo en casa

  Sintió como se agitaba todo su ser: Primero un fuerte tirón, luego un brusco cambio de presión seguido de un mareo. Por unos segundos se sintió etérea, como el aire, pero pronto tuvo la sensación de que iba a desmayarse. De repente notó como sus pies se apoyaban en el suelo, sin embargo sus piernas parecían no responderle. Temió caer, pero unos brazos la sujetaron firmemente y la recostaron en lo que parecía una tierra blanda y húmeda; Solo entonces abrió los ojos, un poco confusa por todas las sensaciones que acababan de recorrer su cuerpo. Lentamente su vista borrosa se fue enfocando, hasta distinguir a la perfección la silueta de un chico joven de cabellos níveos con mechones castaños y ataviado con extraños ropajes.
  El muchacho la miraba con preocupación y algo fatigado.
- ¡Elsa! ¿Estás bien?
  La reina miró a su alrededor algo desconcertada: Estaba en un lugar oscuro y húmedo, rodeado en su totalidad de piedra fría. 
- Si... - dijo al tiempo que llevaba una de sus manos a la cabeza y trataba de ponerse en pie. - Es solo que he sentido algo muy extraño - logró ponerse en pie con ayuda de Jack. Miró de nuevo a su alrededor -. ¿Dónde estamos?
  Jack desvió la mirada y se pasó una mano por el cabello, algo nervioso. Titubeó antes de hablar.
- En mi casa -. Respondió con una sonrisa nerviosa.
- ¿¡En tu casa!? ¿¡Me has traído a tu mundo!?
  Los ojos de Elsa parecían querer salir de sus órbitas. Se quedó pálida y sintió que las piernas le fallaban de nuevo. Jack la agarró por los hombros y la balanceó levemente para sacarla de su estado de shock. 
- ¿Cómo voy a regresar Jack?
- Del mismo modo que llegamos aquí, no te preocupes por eso, confía en mí.
- Hay que volver ¡El reino, mi hermana!
- Tranquila, respira. Regresaremos en breves, te lo prometo, pero... ya que estamos aquí... me gustaría enseñarte algunas cosas, si me lo permites.
- ¿Y los hombres que me atacaron? ¿Qué pasa con ellos?
- Pues que te han visto desaparecer del mismo modo que tú me viste desaparecer a mi hace años en tu ventana.
- ¿¡Tardaremos tanto en regresar!? - Exclamó alterada y con respiración entrecortada.
- ¡No, no! Eh, mírame - Jack irguió la cabeza de Elsa sosteniéndola gentilmente por la barbilla y la miró a los ojos -. Vas a regresar a Arendelle, y cuando lo hagas todo seguirá igual. Te prometo que tu hermana no será una anciana cuando volvamos.
  Acompañó sus palabras con una gentil sonrisa, y eso pareció tranquilizar a Elsa. La reina guardó silencio unos segundos y finalmente asintió.

  Jack hizo un gesto para que Elsa lo siguiera, y eso hizo, sin pensárselo dos veces, pero cuando comenzaba a emanar la claridad el muchacho se paró en seco volviéndose hacia su compañera.
- Creo que no es buena idea que salgas así.
- ¿A qué te refieres? - preguntó extrañada.
- Tu ropa no es... la adecuada.
  Elsa miró a Jack algo confusa, pero luego comprendió. Lo miró como tratando de descifrar un código, en este caso, el de la vestimenta de ese nuevo mundo que le esperaba tras los muros de piedra.  La indumentaria de su compañero era, cuanto menos, extraña para ella: blusas extravagantes con capucha y bolsillos, largas mangas abombadas en los puños, pantalones raídos sujetos con cordones a las pantorrillas.
  Reflexiva, se detuvo unos instantes.
- Puedo hacerme otro vestido -. Dijo finalmente.
  Se concentró. En su mente comenzaba a formarse algo similar a la ropa de Jack, pero con una falda larga y sencilla. Hizo un gran esfuerzo, y se percató de que algo no iba bien: su poder no fluía con normalidad, pues apenas sintió cambiar las mangas de su vestido cuando el sudor ya le había perlado por completo la frente.
- ¡Elsa, para!
 La reina bajó sus brazos lentamente, mientras veía sus manos confusa y con rostro pálido.
- No... no lo entiendo - dijo con voz temblorosa -, mis poderes no funcionan.
- En este mundo la magia es muy débil, solo los guardianes podemos usarla en la actualidad, y aún así podemos perderla.
- ¿Cómo pierde un guardián sus poderes?
  Jack dudó unos segundos antes de responder.
- Esto te sonará extraño -dijo con una media sonrisa nerviosa-, pero cuando un guardián nace solo la fe que los niños tienen en él pueden mantenerlo con vida. Si los niños dejaran de creer en nosotros nuestra magia desaparecería, y a la larga nosotros con ella. Cuando un niño crece normalmente deja de creer, pero otros niños lo suplantan - miró a Elsa a los ojos y le dedicó una dulce sonrisa -; Me alegra que tú no dejaras de creer.
  Elsa sintió como algo se derretía en su interior al ver esa sonrisa en el rostro de Jack. Estaba apoyado en su bastón, relajado como de costumbre, dedicándole esas palabras y sonrisas que hacían que su corazón latiera con más fuerza sonrojando su rostro.
- ¿Cómo nace un guardián? -preguntó la reina tratando de disimular su timidez y sus mejillas sonrojadas.
- Como una persona normal... pero luego es elegido por la luna para proteger a los niños y sus sueños.
- ¿Protegerlos de qué? ¡Eh, espera un segundo! Me dijiste que no recordabas nada antes de la luna ¿Acaso has visto nacer a otros guardianes?
  Elsa miraba a Jack de forma inquisitiva y punzante, tanto que le resultaba doloroso. Odiaba tener que mentirle u ocultarle información ¿pero sería capaz de entender que estaba muerto o que tenía más de trescientos años? No era algo fácil de asimilar y Elsa era una persona muy inestable y era consciente de que sin él estaba perdida pero ¿cómo decirle todo eso? Quiso encontrar las palabras, pero fue en vano;  No estaba preparado para eso.
- Es lo que me han dicho - respondió agachando la cabeza.
  Por un momento Elsa se sintió mal. No sabía cómo, pero de algún modo había dañado a Jack <<No debería volver a sacar el tema... no tener recuerdos debe ser doloroso>>.
- Lo siento Jack. No debería entrometerme en asuntos que no me conciernen.
- Eh, no te disculpes ¡eres la reina! - dijo forzándose a mantener su tono alegre y desenfadado actual -. Quédate aquí un momento, toma - metió la mano en el bolsillo de su sudadera, sacando de ella pluma, papel y tinta - escríbele la carta a tu hermana mientras yo voy a por algo de ropa para ti.

  Cuando Elsa pudo reaccionar alzando su mano en señal de despedida Jack ya había alzado el vuelo y lo había perdido de vista. Se quedó así un rato, con el brazo en alto mientras miraba la claridad que emanaba del exterior bañando su cuerpo de calidez y alimentando su curiosidad. Por primera vez en mucho tiempo tuvo ganas de salir al exterior, ver cosas nuevas y hacer alguna que otra locura: divertirse como una persona normal.

  Se quedó donde estaba, la zona estaba lo suficientemente iluminada como para escribir. Se sentó en el suelo apoyando su espalda contra el muro de piedra y el papel en sus muslos. Flexionó las rodillas y comenzó a plasmar sus sentimientos y pensamientos en el papel.
  La palabras fluían con naturalidad. Eran muchos años repitiéndoselas a sí misma, ensayando el discurso en su mente, con la esperanza de poder decírselas a Anna.
  No tardó mucho en terminar. Por desgracia unos malos pensamientos cruzaron su mente cuando doblaba el papel sobre sus rodillas: Los hombres que le atacaron. Era consciente de que no los había enviado Anna, no imaginaba a su dulce y risueña hermana pequeña enviando unos hombres a matarla, y menos si antes hablar, por lo que un pensamiento todavía peor la invadió <<¿Estará Anna bien?>>. El sonido de un aleteo la devolvió a la realidad.

  Era como si un pájaro gigante se aproximara a toda velocidad hacia ella. Se puso en pie. Oyó la voz de Jack, pero no pudo distinguir lo que decía; una voz femenina y entusiasta le respondió.  La claridad comenzó a perder fuerza y distinguió la silueta de Jack a través del largo pasillo en compañía, de lo que parecía, una persona con alas de colibrí.
  Cuando se acercó y pudo distinguir su figura quedó todavía más extrañada: Parecía una mujer, pero también parecía un pájaro. Era más baja que Jack, de torso fino, caderas anchas y grandes ojos vivarachos. Su cuerpo estaba enteramente cubierto por plumas de llamativos colores, entre los que predominaba el verde, y se movía rápida agitando sus alas, como un pequeño colibrí.
  Sintió como la mirada de ese extraño ser se fijaba en ella. Elsa se puso nerviosa, no sabía cómo actuar. Retrocedió  un paso por acto reflejo, esperando que no se hubiera dado cuenta y que por consecuencia no se sintiera ofendida.
- No seas muy efusiva Hada, es un poco tímida - dijo Jack.
  Hada revoloteó al rededor de Elsa como si fuera la primera vez que viera un ser humano, estudiando cada milímetro de su cuerpo y de su rostro... o eso le pareció.  La observaba sonriente y con curiosidad, moviendo su cabeza como era propio de la aves, meciendo sus largas pestañas y sus tupidas plumas. La miró a los ojos y el ser comenzó a mover las manos intranquila, hasta que finalmente las usó para abrirle la boca y observar fascinada sus dientes. Para Elsa eso fue incluso más extraño que huir de palacio y construir su propio castillo de hielo en la montaña más alta del reino.

- ¡OH! - exclamó Hada - ¡Qué dientes tan bonitos!
- ¡Hada vasta, la vas a asustar! - Jack se acerco a Elsa y la aparó de Toothiana.
- Ups, lo siento. Sabes que no puedo evitarlo.
  Elsa observaba la escena atónita mientras se frotaba los labios.
- Es verdad, no puede evitarlo: cuando nos conocimos me hizo lo mismo.
- Oh, Majestad lo siento muchísimo, disculpadme por favor.  Tenía tantas ganas de conoceros que he olvidado mis formas. ¡Jack me ha hablado tanto de ti! ¡VOS! Bueno, en realidad no tanto, solo cuando os conoció y lo que nos ha dado tiempo a hablar de camino aquí ¡Y es verdad eso de que eres guapísima!
 
  Toothiana hablaba muy deprisa y apenas si pausas. Podría decirse que hablaba del mismo modo que volaba. Elsa se volvió hacia Jack, sonrojado por el comentario de Hada sobre la belleza de la reina, lo cual le hizo gracia y como se costumbre cubrió su boca con la mano para soltar una pequeña carcajada, provocando otra algo más tímida por parte del muchacho.
- Emm... Elsa, esta es Toothiana, más conocida como "El Hada de los dientes". Es un guardián como yo.
- Encantada - Elsa acompañó sus palabras con una elegante reverencia -. Yo soy Elsa de Arendelle. Y por favor, no es necesario que me tratéis con tal formalidad.
- Puff ¡bien! Porque es realmente agotador.
  Toothiana terminó su frase con una carcajada nerviosa temiendo ser demasiado directa, aunque Elsa no le dio importancia, después de lo de la boca tendría que esforzarse mucho por sorprenderla.

  Jack sacó del bolsillo de su sudadera lo que aparentemente parecía una bola tela blanca enrollada.
- Hemos tardado mucho en ponernos de acuerdo - explicó Toothiana -.  Jack quería vestirte con un crop top y leggins, pero yo ya le dije que eso no era digno de una reina, que necesitabas algo más sofisticado y a él todo eso le parecía muy aburrido.
- Bueno, en mi defensa diré que he visto abuelas con ropa menos aburrida.
  Hizo una mueca a Hada echándole la lengua y desenroscó el ovillo blanco que tenia entre las manos, mostrando un elegante y sencillo vestido blanco de asas con escote en pico y puntilla.
  Elsa lo miró con desconfianza, había muy poca tela en aquello que ellos denominaban "vestido". Parecía uno de los camisones de verano que usaba para dormir de niña, pero más ligero incluso. Lo observo durante un rato:  fue consciente de que no le cubriría más abajo de las rodillas y dejaría más de la mitad de su espalda al aire.
- No lo entiendo... - dijo Elsa - ¿Cómo me pongo esto? Se me verá el corsé y las enaguas. ¿O esto son las enaguas y falta el resto del traje?
  Jack y Toothiana se miraron. Al principio serios y extrañados, pero enseguida explotaron a carcajadas.
- No Elsa, esto es el vestido - dijo el muchacho con una sonrisa mientras depositaba la prensa entre las manos de Elsa, la cual volvió a inspeccionar el vestido como si fuera el objeto más extraño que jamás tuviera en su poder -. Hada te ayudará con él, yo os espero fuera.
  Antes de que Elsa pudiera hacerle más preguntas Jack abandonó la cueva como un veloz soplo de aire, dejándola a solas con ese extraño ser llamado Toothiana, que parecía un ave, pero según Jack era un hada.  

  El joven guardián descansaba sentado sobre la rama de un árbol, reposando la espalda en el tronco.  Observaba el lago próximo a la cueva que era su guarida: El agua era densa y se mecía al ritmo de la suave brisa veraniega. Fue en ese lago dónde empezó su nueva "vida", después de haber salvado a su hermana y despertar gracias a la Luna como Jack Escarcha.
  Miró hacia el cielo por auto reflejo, buscando la Luna, pero en su lugar encontró un sol que brillaba con fuerza en un fondo anaranjado dispuesto a ocultarse.
 - ¡Jack, ya está lista! - dijo la voz de Hada.
  El muchacho bajó rápidamente del árbol como si su vida dependiera de ello y corrió hacia la entrada de la cueva.
  Allí esta Elsa: tímida, sonrojada, con los brazos juntos y apretando el vestido con sus manos, indecisa entre bajarlo para cubrirse las piernas o subirlo para taparse el pecho.
  El atuendo parecía hecho a su medida: cubría su busto a la perfección, moldeándolo en una bonita forma ovalada, marcaba su cintura, y la tela de la falda caía perfectamente sobre sus caderas como una cascada blanca de algodón fino que dejaba adivinar las formas de su cuerpo, y sobretodo dejaba ver sus largas piernas blancas sobre unos bonitos zapatos de hielo.

  Jack la observó sin saber que decir. Estaba patidifuso, anonadado, tenía frente a él el ser más bonito y perfecto  jamás visto por sus ojos: Esla estaba sencillamente preciosa.
- Vaya... te queda... bien - consiguió decir finalmente intentando no ruborizarse... demasiado.
- Gra-gracias - contestó Elsa agachando la cabeza y subiendo los hombros como si intentara ocultarla.
  Hubo un silencio incomodo que ni siquiera Hada se atrevió a romper hasta pasado un rato, pues la escena le resultaba cómica (aunque no se rió, claro): Jack, el chico rebelde y ocurrente se quedaba sin palabras delante de una extranjera con vestido. <<Parece que fue ayer cuando le vi los dientes por primera vez>> pensó Toothiana mientras suspiraba.
- Bueno - dijo el hada finalmente - yo me voy a ir, hay muchos dientes que recoger y a demás tengo que vigilar a un gordo barbudo y a un conejo mal encarado ¿no Jack?
- ¡Eh! ¡Ah, sí! El conejo y el gordo, si. Eh... yo, esto...
- Tranquilo, guarda el aliento y ahorra la saliva.
- Eh... si, vale.
- Os dejo. Elsa, cuida de Jack, que no se meta en líos eh.
- Ah... vale.

  Toothiana se fue volando a gran velocidad bamboleando las ramas de los árboles y soltando las hojas  que eran mecidas por el viento.
  Quedaron los dos solos frente al lago, con la única compañía de la arboleda que los rodeaba y los animales e insectos que vivían en él. Ninguno dijo nada, ninguno se movió. Jack miraba a Elsa, Elsa miraba a Jack y desviaba su mirada cada vez que estas se cruzaban.
  El joven se acercó y le tendió la mano tras una suave reverencia.
- ¿Le gustaría ver mi mundo majestad? - Elsa tomó la mano tímidamente y sonrió.

- Con mucho gusto.