jueves, 1 de septiembre de 2016

Capítulo 21: Conmoción

    Toothiana abrazaba a su amigo níveo como si tratara de protegerlo; No se había levantado del suelo y estaba más pálido de lo normal. Sus ojos parecían perdidos en el vacío mientras su mente intentaba aceptar la situación.
- Lo siento, Jack -dijo Bunny con un hilo de tristeza y arrepentimiento en su voz -, pero era necesario hacerlo. No devemos viajar entre mundos , y mucho menos los mortales: no sabemos como podría repercutir.
- ¿Pero si antes podíamos hacerlo por qué ya no? - preguntó el hada - ¿Qué ocurrió para que perdiéramos ese poder? ¿Quién nos prohibió viajar entre mundos? ¿Fue la Luna?
Sandy pareció interesado en responder a la pregunta, pero su iconografía no quedó del todo clara para Toothiana y para Jack. Norte se frotó el entrecejo fruncido, y entonces Bunny comenzó a hablar.
- Como ya sabes, los antiguos guardianes intentaron eliminar las pesadillas de este mundo. Para ello crearon una prisión especial oculta en el centro del universo. No tardaron en darse cuenta de que las pesadillas no sólo habitaban el la Tierra y guardianes de otros mundos se unieron a la causa: Uno de ellos era Sombra, quien se ofreció voluntario para custodiar la entrada de la prisión. Pero tuvo un segundo de debilidad en su vigilia y abrió la puerta; Eso fue suficiente para que todas las pesadillas se apoderaran de su cuerpo y de su alma.
- ¿Sombra era un guardián? - preguntó Jack incrédulo y todavía algo aturdido.
- Si. Y uno de los mejores – asintió.
>> Las pesadillas convirtieron a Sombra en su rey, concentrando en él todo el poder: Allí donde Sombra vaya irán las pesadillas y su reinado de terror. No es que hayamos perdido la capacidad de viajar entre mundos, simplemente no lo recordamos o no sabemos como hacerlo. Esto excluye a los conejos Pokka, ya que somos los responsables de mantener en orden el espacio tiempo. Pero si se volvieran a abrir rutas entre mundos Sombra podría acabar en uno de ellos y si no tienen guardianes están condenados. Del mismo modo, una amenaza externa podría acabar en la Tierra.
>>Alterar la realidad de los mundos es como alterar un ecosistema, pero a mayor escala. A demás, como bien sabéis, los guardianes no podemos entrometernos en la vida de los humanos, y mucho menos si son de otro mundo, pues con ello estaríamos alterando también su realidad. Sin mencionar el riesgo que corremos si nadie cree en nosotros.

Jack quedó unos segundos con la mirada perdida; Eran demasiadas cosas para asimilar y su mente parecía esforzarse por centrarse únicamente en Elsa y su repentina desaparición. Estaba tan frustrado, dolido y enfadado que sentía que en cualquier momento podría abalanzarse sobre sus amigos.
Con la revelación de Bunny todavía rondando en su cabeza, dedicó una mirada de odio a sus compañeros, les dio la espalda y se alejó de aquel lugar con un soplo de aire gélido.
Toothiana miró a sus compañeros con una expresión seria poco alentadora.
- Ni siquiera habéis dejado que se despidieran.

***

Jack dejó salir de su interior un profundo grito que resonó en el inmenso y blanco vacío de las tundras de Alaska y comenzó a golpear el aire con su callado como si estuviera luchado contra un millar de enemigos invisibles que lo rodeaban. Quería liberar toda su energía hasta caer al suelo exhausto y no pensar en nada. Pero eso era muy improbable, puesto que su energía en la Tierra era prácticamente ilimitada.
Continuó así hasta que oscureció por completo y se quedó observando la Luna que coronaba el cielo estrellado, en silencio.
- ¿Era ella? - peguntó el muchacho - ¿Era ella la persona por la que tanto he rogado? ¿Si es así por qué tenemos que estar separados? ¡¿Por qué después de conocerla y sentirme al fin completo tengo que separarme de ella?! ¡No lo entiendo!
El eco de sus palabras sólo dio lugar al silencio.
- ¡Responde! ¿¡Por qué nunca me respondes!?
Tras varios minutos de silencio una voz difusa, cordial y etérea resonó en su mente.
- <<Tu alma, tu ser... está roto, fragmentado>>.
- ¿Qué quieres decir?
No hubo respuesta.
- ¿Estoy destinado a “vivir” incompleto?
Una brisa helada golpeó el rosto de Jack meciendo sus cabellos. Miraba a la Luna con decisión y rabia esperando una respuesta. Si fuera una persona la habría zarandeado y golpeado hasta que no pudiera más.
- Gracias – dijo finalmente con sarcasmo y el ceño fruncido.

***

El pueblo saqueaba la despensa real mientras el duque de Weselton examinaba las habitaciones.
La primera fue el gran salón, donde halló los informes del príncipe Hans y la carta que lo marcaba como traidor. La siguiente fue la habitación de la antigua reina, Elsa, la cual decepcionó profundamente al hombre, pues esperaba encontrar información sobre los poderes de la muchacha y sus malévolas intenciones; En su lugar sólo halló un par de diarios que reflejaban un profundo anhelo y melancolía, matizadas con una mirada un tanto fantasiosa de la realidad en la que un chico mágico desaparecía para siempre al otro lado de la ventana. Finalmente llegó a la habitación de Anna. En ella encontró los diarios del tutor de Elsa. Se sumió por completo en la lectura, llegando casi a rozar las páginas con su prominente nariz, esperando encontrar algo que inculpara definitivamente a la reina y su familia. Pero no encontró nada, y tras terminar la lectura arrojó los diarios al fuego y se deleitó viéndolos arder, mientras planeaba su próximo paso para hacerse con el control del reino.

Un ligero crepitar a su espalda hizo que se liberara de su trance y apartase la vista de las llamas. Cuando se giró observó horrorizado como la ventana estaba completamente cubierta de escarcha y los muros y suelo de la estancia comenzaban a congelarse.
Salió corriendo de la estancia, quedando boquiabierto al comprobar que el pasillo estaba completamente congelado, con largos y puntiagudos pinchos que surgían de las paredes, suelo y techo. Se acercó a la ventana y ahogó un grito de terror cuando vio avanzar entre la tormenta a una figura familiar de cabello plateado y una larga capa ondeando al viento.

***

- Jack... - suspiró Toothiana mientras paseaba entre los millares de estanterías que guardaban los dientes de los niños.
Deseaba volar al lado de su amigo y decirle que todo iba a salir bien, pero conocía a Jack, y sabía que en esos momentos necesitaba estar sólo para calmarse o podría acabar tomándola incluso con ella.
Inconscientemente había terminado en la sección J del almacén de dientes . Se preguntaba a si misma si en los recuerdos de su amigo habría alguna pista sobre el permanente anhelo que sentía: Si había un modo de ayudarle lo encontraría. Para los niños los dientes que ella recogía eran simples recuerdos, pero para ella eran mucho más. Podía revivir la vida entera de los dueños de esos dientes. Podía vivirla como si fuera la suya propia y experimentar las mismas sensaciones; Solo había un problema: Estaba prohibido.
Se detuvo frente a la caja de Jack y se mordió el labio inferior dudando de su propia idea y cuestionándose los dogmas de los guardianes. No le gustaba la idea de espiar el pasado de Jack, y mucho menos de volver a experimentar la muerte. Sus alas y las de sus pequeñas compañeras emitían un molesto zumbido al que ya se había acostumbrado hace tiempo pero que en ese instante no le dejaban pensar con claridad. Miró a sus amigas, que piaban nerviosas y la observaban con ojos tristes y llenos de preocupación; Algunas negaban con la cabeza, y otras parecían animar al hada con un gesto de manos.
Cerró los ojos, respiró profundamente y tomó la caja entre sus manos con decisión.

***

Jack había regresado a su cueva y acariciaba sin ganas los bordes de la corona que había hecho para Elsa. Tenía los labios y el entrecejo fruncidos y la cara y los ojos rojos de llorar de rabia e impotencia. Tendría que volver a su “vida normal” con el recuerdo de Elsa a sus espaldas, y pensar en ello le dolía.
- <<Necesito verla una vez más - pensó -, antes de que se marche para siempre>>.
Decidió ir a ver a Bunny y los demás para hablar de manera civilizada y aceptar la realidad. Si tan peligroso era, estaba dispuesto a separarse de ella, pero antes de eso quería despedirse. Confiaba en que no se lo podrían negar.
Al apoyar su mano en el suelo para levantarse, sus dedos rozaron con algo áspero y rugoso. Cogió el papel doblado y al abrirlo descubrió la perfecta caligrafía de Elsa, con su firma al final y un “Querida Anna” como título. Volvió a doblar la carta y se la guardó en el bolsillo, recordando que despedirse de la reina de Arendelle no era su única tarea pendiente.
Cuando finalmente se puso en pié oyó como un aleteo inquieto y veloz se acercaba a él.

- Hada, ¿qué haces aquí? - Jack observó a su amiga: parecía nerviosa. Su rostro denotaba preocupación y estaba pálida.
- Jack, lo siento, te juro que no tenía mala intención, sólo quería ayudar – hablaba muy rápido y gesticulaba más de lo normal. A pesar de ello parecía agotada -. He visto tus dientes. O sea, no tus dientes: tus recuerdos, tu vida. Y he descubierto algo.
- Hada, relájate, estás muy alterada, me das miedo, tienes ojos de loca.
Toothiana respiró hondo y trató de calmarse. Tras unos segundos comenzó a hablar.
- Cuando te estabas muriendo ahogado y congelado en el lago, una parte de ti todavía estaba consciente cuando comenzó la transformación en guardián. Y, cuando perdiste finalmente la vida, esa parte de ti se perdió. Estás incompleto Jack.
- Incompleto... - aquella era la misma palabra que usó la Luna -. ¿Crees que...?
- Elsa podría ser esa mitad que se perdió – completó Toothiana.
Ambos guardaron silencio unos segundos mientras Jack asimilaba la información.
- Quiero volver a verla. Aunque sólo sea para decirle adiós.
- Eso sería una insensatez – respondió cortante -, pero desde que te conozco se que de vez en cuando no hacen daño – sonrió -. Cuenta conmigo. Y si sombra se presenta ante nosotros le patearemos el trasero – a Jack se le iluminó el rostro al escuchar las palabras de su amiga -. Hablaremos con los demás, y si no atienden a razones debemos recuperar la bola de cristal antes de que la destruya, y los anillos.
El rostro de Jack perdió el color de nuevo al escuchar la palabra anillos. No lo había recordado hasta aquel momento, pero le había dado el anillo de invocación a Elsa, y si ahora lo invocaba, no podría regresar.
- Mierda.

***

Aunque la tormenta no era tan fuerte en lo alto de la montaña, Anna tenía la sensación de que el viento quería deshacerse de ellos y de cualquier incauto que decidiera llegar a la cima. Sentía el rostro paralizado por las bajas temperaturas y el constante azote de la ventisca.
- Es como si el palacio hubiera desaparecido – afirmó Kristoff -. Debería estar por aquí cerca, pero no hay rastro de las torres.
- Lo siento... - dijo la princesa arrepentida y con melancolía en su voz -. Ha sido idea mía, siempre lo fastidio todo, y ahora por mi culpa vamos a morir aquí.
Kristoff le ordenó a Sven que frenara. Se volvió hacia Anna y la agarró por los hombros firmemente.
- Anna, mírame: No vamos a morir aquí. No voy a permitir que te pase nada ¿Me oyes? Tú no tienes la culpa de nada.
- ¡Si que la tengo! ¡Yo soy la culpable de que Elsa se descontrolara en la coronación, y todo por un hombre al que acababa de conocer! ¡Soy una estúpida!
Anna se llevó las manos al rostro y comenzó a llorar. Sus lágrimas estaban calientes en comparación con su rostro, y eso le provocaba cierta sensación de alivio, aún cuando sus lágrimas se convertían el hielo al bajar por sus mejillas.
Kristoff abrazó fuertemente a la princesa y depositó un suave beso en su cabeza para después acariciar delicadamente su pelo.
- Kistoff... ¿Por qué cuidas de mí?
Esa pregunta tomó por sorpresa al montañero. No tenía claro por qué lo hacía, simplemente quería hacerlo; Todo comenzó cuando trataba de convencerlo para que la escoltara a la montaña del Norte y sufrieron un accidente con el trineo. Entonces Anna le había prometido uno nuevo y él se vio obligado a cumplir los caprichos de la princesa. Más tarde tuvo que regresar con ella a Arendelle y el príncipe Hans lo había acogido en palacio. Fue entonces, al quedarse, cuando Anna empezó a solicitar su compañía, y sin darse apenas cuenta estar con ella se había convertido en una agradable costumbre; Se había encariñado con la princesa, no podía negarlo. Y también algo más.
- Quiero hacerlo – respondió finalmente el joven tras unos segundos de reflexión -. Me gusta verte feliz. De algún modo... me hace sentir bien.
Anna sintió que se le aceleraba el corazón y una agradable calidez invadía su cuerpo sonrojando sus mejillas. Si darse cuenta esbozó una leve sonrisa en su rostro: De algún modo aquellas palabras le habían levantado un poco el ánimo.
- Debemos continuar. Estoy seguro de que no estamos lejos.
La princesa asintió con la cabeza y al poco reanudaron la marcha.
No pasó mucho tiempo hasta que lograron distinguir una estructura irregular entre la nieve y, al acercarse, descubrieron horrorizados que se trataba de las ruinas del palacio de hielo. Anna se llevó las manos a la boca, temiéndose lo peor. Kristoff, por su parte, bajó de trineo e inspeccionó la zona.

Tras patrullar varias veces los alrededores no se topó con nada interesante: Todo a su alrededor eran escombros, hielo y nieve, y sobretodo no había rastro de la reina. Se giró y no muy lejos de allí pudo ver a Anna, todavía en el trineo, envuelta con varias capas de matas gruesas de lana. Decidió dar otra vuelta más para intentar encontrar alguna pista de lo que había ocurrido allí y, en caso de no hacerlo, acondicionar alguna zona para refugiarse y descansar.

Mientras recogía restos de estructuras para tratar de apilar cerca de un hueco entre unos escombros para frenar la entrada del viento, algo llamó su atención: Allí, entre la pureza de la nieve, un pequeño pedazo de cristal pulido reflejaba la poca claridad que había haciéndolo brillar. Cuando el muchacho se acercó a recogerlo, descubrió para su sorpresa que se trataba de un anillo sencillo y trasparente. Probablemente había pertenecido a la reina, por lo que creyó conveniente entregárselo a Anna. Pero lo guardó en uno de sus bolsillos: Antes necesitaban descansar.  

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